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Una Iglesia sin rumbo

Una Iglesia sin rumbo

Vivimos en una época donde la Iglesia ha perdido el rumbo. No lo digo con ligereza ni con ánimo de crítica vacía, sino con el dolor y la urgencia de quien ve a un ser amado alejarse peligrosamente del camino de la vida.

Hoy, muchos cristianos estamos ensimismados, centrados en nosotros mismos, en nuestras emociones, en nuestros logros, en nuestras actividades religiosas y sociales. Nos hemos alejado del raciocinio espiritual y del buen juicio bíblico. El materialismo y el humanismo han secuestrado nuestras conciencias; ya no diferenciamos el bien del mal, tanto que a lo bueno llamamos malo y a lo malo llamamos bueno.

 Tal como lo anunció Isaías:

“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; ¡que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz…” (Isaías 5:20)!

Síndrome de Estocolmo Espiritual

Lo más preocupante es que, al igual que las víctimas del síndrome de Estocolmo, muchos creyentes se han enamorado de sus captores. Nos resulta más fácil convivir con nuestros pecados que luchar contra ellos. Hemos bajado los brazos, negociando con nuestros captores, y hasta las hemos adornado para que no parezcan esclavitud, sino estilo de vida. Nos enamoramos de la comodidad del pecado porque luchar contra él implica cruz, renuncia, santidad y dolor. Pero Jesús no nos llamó a una vida cómoda, sino a tomar la cruz cada día y seguirle (Lucas 9:23).

Una Conciencia Adormecida

Nuestra conciencia, que debería ser el faro dado por Dios para alertarnos del pecado, está adormecida. El pecado repetido y tolerado embota el alma y silencia al Espíritu. En lugar de alertarnos del peligro, nos susurra mentiras tranquilizantes:

“No estás tan mal”,
“Todos lo hacen”,
“Dios conoce tu corazón”.

Y es verdad que Él conoce nuestro corazón… y dice que es engañoso y perverso más que todas las cosas (Jeremías 17:9).

Religión como muralla de seguridad falsa

La religión ha llegado a ser para muchos un refugio, pero no en el buen sentido. Nos refugiamos en rituales, actividades, música, campañas, títulos y “buenas obras”. Pero olvidamos que, ante Dios, esas obras sin el verdadero arrepentimiento, fe viva y obediencia son trapos de inmundicia (Isaías 64:6).

Cristo no murió para hacernos religiosos, sino para hacernos libres (Juan 8:36).

No Confíes en Ti, Confía en JESÚS

La Iglesia necesita despertar. Necesitamos dejar de confiar en nosotros mismos, en nuestra religión, en nuestra historia o denominación.

“Maldito el hombre que confía en el hombre y pone su confianza en la carne” (Jeremías 17:5).

Nuestro único refugio es Dios.
Nuestro único Salvador es Cristo.
Nuestro único poder es el Espíritu Santo.
Nuestra única base es la Palabra.

Es tiempo de volver al brazo fuerte de su salvación, no a nuestras habilidades humanas. Es hora de clamar como el salmista:

“No a nosotros, oh, Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria” (Salmo 115:1).


El Llamado Urgente

Oh, amada Iglesia, despierta. No es tiempo de adormecerse ni de negociar con el mundo. Es tiempo de arrepentimiento genuino, de volver a la Palabra, de recuperar una fe viva y eficaz, de clamar por un avivamiento que sacuda nuestras almas. Que no nos halle el Señor con lámparas apagadas, sino llenos del Espíritu y en vela (Mateo 25:1-13).

Luis M. Sarabia

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