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Tu Cristianismo No Te Salvará

Tu Cristianismo No Te Salvará

Luis M. Sarabia

Una advertencia urgente para quienes confían más en el sistema religioso que en Cristo

No hay que olvidar que Israel (el reino del norte) y Judá (el reino del sur) fueron naciones escogidas por Dios, pueblos a los cuales se les dio la Ley, los profetas y las promesas (Romanos 9:4). Ellos recibieron la Palabra de Dios directamente, caminaron bajo su nube, vieron su gloria, oyeron su voz. Pero a pesar de todo eso, fueron juzgados y destruidos por el mismo Dios que los llamó, y todo por una razón clara: su apostasía, su rebelión y su corazón endurecido.

Su religión no los salvó.

Ah, pero ahora pareciera que la iglesia –hablando de la institución visible, organizada, con sus templos, nombres, estructuras y títulos rimbombantes– es la más santa, inmaculada y perfecta de todas. Se repite como mantra que “somos el pueblo de Dios”, “la novia de Cristo”, “la iglesia gloriosa”… como si eso bastara.

Pero te lo digo con amor y con temor:

Si no temes a Dios, si no te arrepientes de tus pecados, si no vives en santidad… así como ellos perecieron, tú también perecerás.

“Antes, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13:3,5)

No, no se trata de que la salvación se pierda como quien extravía las llaves. La Escritura enseña que la salvación es una obra completa y eterna de Dios en el corazón del creyente (Juan 10:28-29).

Pero también dice que por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:20).

Es decir, con tus obras demuestras si realmente has sido salvo o no. Porque si tu vida no refleja obediencia, temor de Dios y un andar en santidad, no fuiste salvo jamás. Tu “decisión por Cristo” fue emocional. Tu “conversión” fue de labios, pero no de corazón.

“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.”(Mateo 15:8)

“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre…? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”(Mateo 7:22-23)

No se trata de cuánto tiempo llevas en una iglesia. No se trata de si predicas, cantas, diezmas o ayudas a los pobres. Se trata de si Cristo realmente habita en ti (2 Corintios 13:5).

¿Vives en arrepentimiento diario? ¿Odias el pecado? ¿Te duele desagradar a Dios? ¿Anhelas la santidad?

¿Temes a Dios?

Porque si no es así, amigo, hermano, lector…

Tu religión no te salvará.

Tu membresía no te salvará.

Tu denominación no te salvará.

Solo un nuevo nacimiento puede salvarte. Solo una fe viva, acompañada de frutos dignos de arrepentimiento (Mateo 3:8). Solo una vida rendida ante Cristo, que lo ama, lo sigue y lo obedece.

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:14)

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