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Lot: Una luz de advertencia (2 parte)

Lot: Una luz de advertencia (2 parte)

2) El comportamiento de Lot

Sigamos con el segundo punto que he mencionado. ¿Qué nos dice el texto ya citado sobre el comportamiento de Lot? Las palabras son increíbles y asombrosas: “Deteniéndose él”. Cuanto más consideremos las circunstancias, más increíbles nos parecerán. Lot conocía la condición aterradora de la ciudad en que se encontraba. “El clamor” de sus abominaciones había “subido de punto delante de Jehová” (Gn. 19:13). Sin embargo, se detuvo. Lot conocía el juicio horroroso que estaba a punto de sobrevenir a todos los que moraban dentro de los confines de sus muros. Los ángeles habían dicho claramente: “Por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo” (Gn. 19:13). Sin embargo, se detuvo.

Lot sabía que Dios era un Dios que siempre cumplía sus promesas y, si decía que iba a hacer algo, era seguro que lo haría. No podía ser sobrino de Abraham, vivir mucho tiempo con él y no tener conciencia de esto. Sin embargo, se detuvo. Lot creía que había peligro porque fue donde estaban sus yernos y les advirtió que huyeran. “Levantaos”, les dijo, “salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad” (Gn. 19:14). Sin embargo, se detuvo. Lot vio a los ángeles de Dios esperando que él y su familia partieran. Oyó la voz de esos ministros de ira retumbándole en los oídos para apurarlos: “Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad” (Gn. 19:15). Sin embargo, se detuvo.

Lot fue… – lento cuando debió ser rápido, – atrasado cuando debió ser adelantado, – demorado cuando debió estar apurándose,- perdiendo el tiempo cuando debió estar aprovechándolo y – frío cuando debió ser ferviente. ¡Es más que extraño! ¡Parece casi increíble! ¡Aparenta ser demasiado fantástico para ser verdad! Pero el Espíritu lo escribe para nuestra instrucción. Y así fue. Y aun así, por increíble que parezca a primera vista, me temo que hay muchos entre el pueblo del Señor Jesucristo muy parecidos a Lot. Pido a cada lector que se grabe muy bien lo que digo. Repito que es imposible que haya algún error en cuanto a su significado. He demostrado que Lot “se detuvo”. Afirmó que hay muchos hombres cristianos y mujeres cristianas hoy que son muy parecidos a Lot.

Hay muchos verdaderos hijos de Dios que parecen saber más de lo que llevan a la práctica, ven mucho más de lo que ponen por obra y se mantienen en este estado por muchos años.

¡Increíble que van la distancia que van y, después, se quedan allí! Reconocen a la Cabeza que es Cristo y aman la verdad. Les gusta la predicación profunda y coinciden con cada artículo de la doctrina cristiana cuando lo oyen. Pero aun así, hay algo imposible de describir que no es satisfactorio en ellos.

Están haciendo constantemente cosas que desilusionan a sus pastores y amigos cristianos más consagrados. ¡Es asombroso que piensen como piensan y, aun así, que se queden frenados donde están, se detienen! Creen en el cielo y, sin embargo, poco parecen anhelarlo. También creen en el infierno y, sin embargo, poco parecen temerlo. Aman al Señor Jesús y, sin embargo, el trabajo que hacen para él es poco. Aborrecen al diablo, pero a menudo parecen tentarlo para que se acerque a ellos. Saben que el tiempo es breve y, sin embargo, viven como si fuera extenso. Saben que tienen una batalla que librar y, sin embargo, aparentan tener paz. Saben que tienen una carrera que correr, y sin embargo, parecen quedarse sentados. Saben que el juez está a la puerta y que hay una ira venidera, y, sin embargo, parecen estar adormecidos.

¡Es sorprendente que sean lo que son y, sin embargo, no pueden llegar a ser nada más! ¿Y qué diremos de estas personas? A menudo dejan pasmados a sus amigos y familiares consagrados. Con frecuencia causan gran ansiedad. Repetidamente generan grandes dudas y análisis introspectivos. No obstante, pueden ser clasificados bajo una descripción contundente: Todos son hermanos y hermanas de Lot. Se detienen.

¡Estos son aquellos a quienes se les ocurre que es imposible que todos los creyentes sean muy santos y muy espirituales! Admiten que una santidad insigne es maravillosa. Les gusta leer acerca de ella en los libros, inclusive a veces, les inspira verlo en los demás. Pero no piensan que la intención es que todos deben aspirar a una norma tan elevada. Sea como

fuera, parece que decidirse está fuera de su alcance. Estos son aquellos a quienes se les mete en la cabeza ideas falsas sobre el amor, como le llaman ellos. Tienen un temor mórbido de ser intolerantes y cerrados, y están siempre volando al extremo opuesto. Anhelan complacer a todos y estar de acuerdo con todos. Pero se olvidan que primero deben estar seguros de que complacen a Dios.

Estos son aquellos a quienes les da pavor tener que sacrificarse y rehúyen tener que negarse a sí mismos. Parece que nunca pueden aplicar el mandato de nuestro Señor de “tomar la cruz” y “cortar su mano derecha” (Lc. 9:23; Mt. 5:29, 30). No pueden negar que nuestro Señor usó estas expresiones, pero nunca encuentran un lugar en su propia religión. Se pasan la vida tratando de hacer más ancha la puerta y más liviana la cruz. Pero nunca tienen éxito. Estos son los que siempre están tratando de andar al ritmo del mundo. Estos son ingeniosos en descubrir razones para no separarse contundentemente del mundo y en dar excusas convincentes para participar de diversiones cuestionables y para frecuentar amistades objetables.

Un día le cuentan a uno que asistieron a un estudio bíblico y al día siguiente quizá le cuentan que fueron a un baile. Un día ayunan o participan de la Cena del Señor y otro día van al hipódromo durante la mañana y en la noche a la ópera. Un día su entusiasmo por el sermón predicado por un predicador impresionante casi los lleva a la histeria y otro día están llorando al leer una novela. Están constantemente esforzándose por convencerse a sí mismos de que mezclarse un poquito con la gente mundana en su entorno, hace bien. No obstante, en su caso, resulta muy claro que no les hace nada de bien, sino sólo daño.

Estos son los que no tienen el valor de luchar contra sus pecados, ya sea pereza, indolencia, mal carácter, orgullo, egoísmo, impaciencia o lo que sea. Permiten que estos sean un inquilino tolerablemente quieto y tranquilo de sus corazones. Dicen que es por su “salud, su temperamento, sus pruebas o su manera de ser. Su padre, su madre o su abuela eran iguales, por lo que están seguros de que no lo pueden remediar”. ¡Y cuando uno los vuelve a ver después de más o menos un año, usted escuchará la misma historia!

Pero todo, todo, sí todo puede resumirse en una sola oración, son hermanos y hermanas de Lot. Se estancan, se detienen. ¡Ay, si es usted un alma que se mantiene detenida, no es feliz! Usted sabe que no lo es. Sería raro que lo fuera. El detenerse es la destrucción segura del cristianismo feliz. La conciencia del que se detiene le prohíbe disfrutar de paz interior. Quizá en algún momento todo marchaba bien. Pero ha dejado su primer amor y, desde entonces, nunca ha sentido la misma tranquilidad y no volverá a sentirla hasta que vuelva a sus “primeras obras” (Ap. 2:5).Como Pedro, cuando prendieron al Señor Jesús, lo están siguiendo de lejos y como en el caso del Apóstol, su camino no es agradable, sino difícil. Venga y observe a Lot. Venga y tome nota de la historia de Lot. Venga, considere el “detenerse” de Lot y sea sabio.

Continua 3 parte

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