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Cristianas que SABOTEAN su propio Cortejo

Cristianas que SABOTEAN su propio Cortejo

Luis M. Sarabia

Dios Conoce Tu Corazón

Muchas cristianas solteras aceptan un cortejo no porque estén convencidas que sea esa persona (idílica) que ellas quieren como esposo, sino porque sienten culpa si lo rechazan. Algunas lo hacen por presión de líderes, por la presión social, o el mido a la soledad, otras por miedo a parecer orgullosas o desobedientes. No lo hacen por convicción, ni por amor, ni por admiración al carácter piadoso del hombre que las busca. Lo hacen con dudas, con reservas… y con un corazón dividido.

Desde el principio, esa mujer ya tiene la decisión tomada en lo más profundo: no quiere a ese hombre. Pero no lo dice. En cambio, se esconde detrás de actitudes “espirituales”, pero lo único que hace es sentarse a observar, analizar, criticar y esperar el mínimo error de este hombre IMPERFECTO para justificar su rechazo.

Y lo trágico no es que vea un error —porque todos los hombres pecan—, lo trágico es que está esperando activamente encontrarlo. Porque así, cuando termine la relación, lo hará con aparente “justificación” y sin culpa. Se dirá a sí misma: “Yo hice lo correcto. No era de Dios. Dios me mostró que no era el indicado.”

Pero, mujer, ¿de verdad fue Dios quien te lo mostró, o fuiste tú misma quien saboteó todo desde el inicio?

“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; Pero Jehová pesa los corazones.” —Proverbios 21:2

Dios no se deja engañar por tus palabras religiosas. Él conoce tus verdaderas motivaciones. Él sabe que nunca te agradó el hermano. Sabe que desde el principio decidiste no esforzarte en conocerlo. Sabe que buscaste con lupa el defecto, no para edificar, sino para justificar tu rechazo.

Y lo más triste es que probablemente ese hombre era un siervo de Dios, un hombre temeroso, imperfecto sí, pero entregado a Cristo. Pero como no cumplía tu estándar estético, económico o emocional —estándares influenciados más por el mundo que por la Palabra— lo desechaste.

“No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.” —Juan 7:24

Aunque muchas veces grites a los vientos querer un hombre piadoso, pero cuando Dios te pone uno delante, lo rechazas. Te autoengañas diciendo que deseas un hombre de Dios, pero lo que buscas es uno que se vista como el mundo, hable como el mundo, y piense como el mundo y te genere emociones del mundo, pero si te gusta te conformas que solo asista a la iglesia los domingos.

Tus acciones gritan lo contrario a tus palabras.

Y cuando terminas la relación, lo haces con una falsa paz. Te crees santa, justa y prudente. Pero la paz del autoengaño no es la paz de Dios.

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón…” —Jeremías 17:9-10

No confundas la misericordia de Dios al dejarte seguir tu camino con aprobación divina. Muchas veces, Dios te deja avanzar en tu necedad solo para que coseches lo que sembraste y aprendas por el dolor lo que no quisiste entender por la verdad.

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” —Gálatas 6:7

Dios mismo, en su gracia, puede estarte diciendo: “¿No quieres a mis siervos? Bien, toma lo que deseas.” Y entonces llegarán los hombres mundanos disfrazados, los lobos con piel de oveja, los encantadores con palabras suaves, pero corazones podridos… y sufrirás. Y cuando estés en medio del dolor dirás: “Estoy siendo probada.” Pero no, no es una prueba… son las consecuencias.

La pregunta no es si te sientes libre de culpa al terminar la relación. La pregunta es: ¿qué piensa Dios de lo que hiciste? ¿Él aprueba tu decisión? ¿Él confirma tus motivos? ¿O simplemente te está entregando a tus propios deseos porque despreciaste su voluntad?

MUJER, ARREPIÉNTETE

Porque más que un cortejo fallido, lo que peligra es tu corazón endurecido y engañado. Vuelve a la cruz. Examina tus criterios de selección. Filtra tus deseos por la Palabra y no por tus emociones. Busca la piedad antes que el físico. Busca el temor de Dios antes que el carisma. Y si no estás lista, no aceptes a nadie. Pero si aceptas, hazlo con verdad y temor de Dios, no con doble ánimo ni con agendas escondidas.

“El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” —Santiago 1:8

Porque puede que te creas sabia… pero estás caminando directo a una caída. Y Dios no se queda callado ante la soberbia disfrazada de espiritualidad.

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