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¡Nunca fuiste ni seras libre!

¡Nunca fuiste ni seras libre!

Luis M. Sarabia

La mayor mentira que este mundo vende es que el ser humano es “libre”. Que puede hacer lo que quiera, ser lo que quiera, vivir como le plazca. Que romper reglas, tradiciones o autoridad es un acto de libertad… cuando en realidad es una forma más profunda de esclavitud.

La verdad, según Dios, es clara y brutal: el ser humano no es libre. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. O eres esclavo del pecado, o eres esclavo de Dios. No hay un punto medio.

“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” —Juan 8:34

Hoy todos quieren “liberarse”:
– El empleado quiere dejar su trabajo para no ser “esclavo” de un jefe.
– Los hijos quieren dejar la casa para no obedecer a los padres.
– La esposa reclama independencia para no estar sujeta al liderazgo del esposo.
Pero lo que no entienden es que la independencia no los hará libres, solo los moverá de una esclavitud visible a una más sutil y destructiva: la del pecado.

El que rechaza la autoridad legítima no queda libre, queda expuesto. Y sin darse cuenta, termina atado a sus pasiones, a sus vicios, a sus traumas, a su rebeldía, al mundo y a Satanás.

“No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis: sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” —Romanos 6:16

La única manera de ser libre del pecado es por medio de Cristo. Y cuando Cristo te liberta, no te deja suelto, te compra. Te hace suyo. Ya no eres esclavo del pecado, ahora eres esclavo de Jesucristo. Esa es la verdadera libertad: la de estar atado al Amo correcto.

“Pero ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” —Romanos 6:22

Sí, has leído bien: la libertad cristiana es una esclavitud santa. Pero no es una esclavitud cruel, ni abusiva. Es una esclavitud que produce paz, propósito, fruto y vida eterna. Cristo no te aplasta, te limpia. No te condena, te transforma. No te engaña, te da la verdad.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar… Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí… porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” —Mateo 11:28-30

El mundo te ofrece una libertad mentirosa para hacer lo que quieras, pero no te dice que lo que quieres está corrompido. No te dice que detrás de tus decisiones está el pecado, y detrás del pecado está el diablo. Y que esa “libertad” te está matando.

“Porque lo que la carne desea es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.” —Romanos 8:6

No existe tal cosa como “vida sin dueño”. Siempre sirves a alguien. Siempre obedeces a algo. Siempre estás atado. La pregunta no es si eres esclavo… la pregunta es:
¿de quién eres esclavo?

¿Del pecado que te condena?
¿Del diablo que te destruye?
¿O de Cristo que te salva?


Prefiero mil veces ser esclavo de Cristo —que me perdona, me limpia, me corrige y me da vida eterna— que seguir siendo esclavo del pecado, que me corrompe, me miente, me encadena y me lleva directo a la condenación.

Nunca fuiste libre. No lo eres ahora. Pero aún puedes cambiar de Amo.
Cristo te puede libertar… para hacerte suyo.

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” —Juan 8:36

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