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¿Dios me ha puesto como guía para mi esposo?

¿Dios me ha puesto como guía para mi esposo?

Luis M. Sarabia

En medio de una cultura que constantemente redefine los roles del matrimonio, es necesario volver a la fuente que nunca cambia: la Palabra de Dios. Y ante la pregunta: “¿Acaso soy yo la luz de mi esposo?”, la respuesta bíblica es clara: No.

La única luz que debe guiar el camino del hombre es la Palabra de Dios. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). Ni la opinión de otros, ni siquiera la de su esposa, debe sustituir la guía de Dios para el hombre.

El rol de la mujer: ayuda, no guía

Algunas mujeres bien intencionadas creen que Dios las ha puesto como guías o luces para sus esposos y hogares. Pero la Escritura no enseña eso. La mujer fue creada como ayuda idónea (Génesis 2:18), no como cabeza o guía. Su llamado no es a dirigir, sino a acompañar, a aconsejar con sabiduría, a apoyar en amor y a confiar en el liderazgo que Dios ha delegado en su esposo.

Esto no significa que la mujer no tenga voz. Su opinión es valiosa y debe ser considerada por su esposo. Pero no está en su rol imponer su criterio o esperar que siempre se siga su consejo. El esposo, delante de Dios, tiene la responsabilidad de tomar decisiones basadas en lo que ya ha sido establecido en las Escrituras. Y la mujer tiene el llamado de apoyarlo y acompañarlo, incluso cuando no siempre esté de acuerdo, excepto cuando esas decisiones contradigan principios bíblicos o representen un peligro evidente para la familia.

¿Por qué hay tantos conflictos en el hogar cristiano?

Muchos matrimonios cristianos viven en una constante lucha de voluntades. Y en gran parte, estos conflictos nacen cuando el liderazgo del hombre es resistido, no por razones espirituales, sino por deseos personales que se convierten en exigencias.

Aunque muchas mujeres expresan querer un esposo que sea líder, en la práctica, batallan con el concepto bíblico de sujeción. Quieren liderazgo, pero no se dejan liderar. Quieren un guía, pero no están dispuestas a seguirlo. Esto refleja una desconexión entre lo que se profesa y lo que se practica.

Un llamado a volver al diseño de Dios

Vivimos en una generación donde la voz de la mujer se ha empoderado, y eso, en muchos sentidos, ha sido positivo. Pero dentro del hogar cristiano, este poder debe ejercerse con humildad, sabiduría y sujeción a la Palabra de Dios.

La sujeción no es inferioridad. Es un acto de obediencia y confianza en el diseño perfecto de Dios para el matrimonio. Cuando una mujer se sujeta con sabiduría, edifica su casa (Proverbios 14:1), contribuye a la paz del hogar y permite que el liderazgo del esposo florezca según el propósito divino.

Solo cuando cada uno —hombre y mujer— abraza su rol con madurez espiritual, el hogar podrá reflejar el orden, la armonía y la gloria de Dios.

Luis M. Sarabia

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