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¿Quién tiene el derecho de predicar la palabra de Dios?

¿Quién tiene el derecho de predicar la palabra de Dios?

Luis M. Sarabia

Ahora resulta que los únicos que tienen el aval para predicar la palabra de Dios son los pastores. ¿Qué Biblia leen los cristianos? ¿Dónde dice eso?

La Escritura nunca enseña que la predicación sea un monopolio de unos pocos con títulos eclesiásticos. Al contrario, la palabra de Dios dice:

“Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán…” (Hechos 2:17)

¿Quiénes? ¿Solo los pastores? No. Todos los que tienen el Espíritu Santo.

El problema del analfabetismo bíblico

Muchos cristianos, y en especial me refiero a los que se llaman “reformados” o “bíblicos”, sufren de un analfabetismo bíblico vergonzoso. Se jactan de leer toneladas de teología, de citar a Calvino, Lutero, Sugel o cualquier doctor reformado. Pero entre más “doctores” aparentan ser, más ignorantes de la Palabra se vuelven.

Han cambiado la Biblia por libros de hombres. Y no solo eso, sino que ahora con el rótulo de “pastores” o “doctores reformados” tergiversan las Escrituras para su propia perdición y la de los que los siguen ciegamente.

Jesús lo advirtió:

“Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.” (Mateo 15:14)

Todos tenemos el Espíritu Santo

El Espíritu Santo no es propiedad privada de los “líderes eclesiásticos”. Él habita en todo verdadero creyente.

“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira…” (1 Juan 2:27)

¿Lo entiendes? La palabra no dice que necesitas un pastor con título para poder hablar la verdad de Dios. Claro, Dios constituyó ministerios en la iglesia (Efesios 4:11), pero jamás enseñó que fueran una clase sacerdotal superior, intocable y exenta de error.

La iglesia primitiva lo entendía:

“Y todos los que habían creído estaban juntos… y cada día, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.” (Hechos 2:44, Hechos 5:42)

No dice: “solo los apóstoles predicaban”. Dice todos.

La esclavitud de los títulos

Desafortunadamente, muchos de estos cristianos “reformados” que se jactan de ser bíblicos, se han dejado arrastrar por la mundanalidad de los títulos y las alabanzas de los hombres. Pastores, reverendos, doctores, maestros reconocidos por multitudes… y como la mayoría los aprueba, creen que ese reconocimiento los hace infalibles.

Pero la Biblia dice otra cosa:

“Maldito el hombre que confía en el hombre…” (Jeremías 17:5)

“Examinadlo todo; retened lo bueno.” (1 Tesalonicenses 5:21)

Un verdadero cristiano no es esclavo de un líder humano. Es esclavo de Cristo. Pero estos hombres son más fieles a sus denominaciones, a sus concilios y a sus ídolos con corbata que al Dios vivo.

Cuando ven los errores doctrinales, los dejan pasar. Cuando escuchan blasfemias disfrazadas de “teología reformada”, guardan silencio. ¿Por qué? Porque tienen miedo a perder su lugar en la élite religiosa. Porque son más fieles a los hombres que a Dios.

¿Y qué dijo Pedro y los apóstoles?

“Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” (Hechos 5:29)

El mensaje es claro

La predicación no es monopolio de pastores con títulos ni de doctores con pergaminos. La predicación pertenece a todo aquel que ha recibido el Espíritu de Dios.

El problema es que muchos no leen la Biblia, prefieren leer a sus ídolos intelectuales. Muchos no oran, prefieren escuchar podcasts reformados. Muchos no buscan la voz del Espíritu, prefieren repetir frases de sus líderes.

Y así, generación tras generación, siguen siendo esclavos de hombres con títulos rimbombantes pero vacíos de poder espiritual.

El mensaje es simple, claro, y bíblico:

  • Todo creyente lleno del Espíritu Santo puede y debe hablar la Palabra.
  • Nadie está exento de error, ni el más reconocido pastor.
  • Nuestra fidelidad no es a un hombre, sino a Dios y a su palabra.

“Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso.” (Romanos 3:4)

¿Quién tiene el derecho de predicar la Palabra de Dios?
La Biblia responde: todo aquel que tiene el Espíritu Santo y permanece en la verdad.

No los títulos. No los aplausos. No los reconocimientos humanos. El Espíritu Santo es el único aval.

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